viernes, 27 de noviembre de 2009

El peligro de la Píldora del Día Después, explicada a los hijos adolescentes

Se acaba de aprobar, en algunos países la venta sin receta médica a las personas mayores de 17 años la Píldora del Día Después, también llamada PDP, Plan B, o RU-486. Aunque la publicidad está dirigida a las adolescentes, la mayoría las compran los jóvenes para persuadir a las jóvenes. Desgraciadamente también hay padres con negligencia culpable que la compran para entregarlas a sus hijas menores de edad que son activas sexualmente

No voy a comentar las características técnicas de esta píldora abortiva recientemente aprobada, ni las de las otras píldoras similares. Tampoco las consecuencias médicas que produce su consumo. Hablar de eso les corresponde a los médicos, sacerdotes, pastores, rabinos o imanes.

Si esta píldora no fuera abortiva no la recomendarían para tomarla después del acto sexual, como anticonceptiva, sino como abortiva por si se ha producido la fecundación del embrión, que ya haya creado un individuo con la identidad e información genética necesaria para su pleno desarrollo hasta convertirse en un adulto. El embrión constituido tras la fecundación, llamado cigoto, es un ser humano con carácter propio y específico antes de su implantación en el útero. Uno de los principios no negociables para la religión y para la Ley natural es: “La protección de la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural y esta píldora mata la vida humana que se acaba de formar, para eso la recomiendan.

La píldora que es de muy bajo costo, también la entregan en muchos lugares gratuitamente a los jóvenes de ambos sexos junto a los preservativos: En clínicas comunitarias, organizaciones femeninas, grandes concentraciones de jóvenes como conciertos populares, salidas de discotecas, etc.


Con esta permisividad se ha abierto todavía mucho más, la veda para aumentar la promiscuidad entre los adolescentes. Esa costumbre tan extendida en algunos segmentos de la sociedad de pedir a la pareja “dame una muestra de tu amor” y luego no te preocupes por nada, porque te tomas la píldora del día después y no te quedarás embarazada. O la otra versión de no te preocupes por tu posible responsabilidad paternal, porque cuando terminemos nuestras relaciones sexuales me tomo la píldora del día después. Así podremos hacer esto mismo tantas veces como queramos, sin temor al embarazo. Mientras exista la promiscuidad y el todo vale para alcanzar lo que cada uno quiere, no habrá preservativos, anticonceptivos o píldoras del día después que solucionen los graves problemas que originan esas actitudes.

Los padres no se pueden quedar impasibles ni callados con estas medidas de repartir las píldoras sin receta médica o gratuitamente como los preservativos. Tienen que actuar rápidamente explicando y convenciendo a sus hijos de los graves problemas que acarrea su utilización. También explicándoles insistentemente las ventajas de practicar continuamente las virtudes y valores humanos para llevar una vida lo más lejana posible a las acechanzas de esta sociedad permisiva.

Los padres tienen que luchar inteligentemente contra los mensajes que lleva las campañas publicitarias cuando dicen a los jóvenes que pueden tener la cantidad de relaciones sexuales que quieran y cuando quieran, porque las consecuencias de un posible embarazo serán cortadas inmediatamente por esta píldora abortiva.


Es muy difícil medir la eficacia exacta contra los embarazos de las píldoras del día después, ya que cada mujer y sus circunstancias son muy diferentes. Los estudios técnicos hechos por los laboratorios que venden las píldoras estiman que estas hacen disminuir el riesgo de embarazo entre el 89% y el 95%, nunca lo disminuyen el 100%. Si por la toma de esa píldora se aumenta la cantidad del uso indebido del sexo y aumenta la promiscuidad, el resultado es catastrófico para los jóvenes que no sepan practicar la abstinencia sexual antes del matrimonio, así como para las personas que no mantengan la fidelidad conyugal que en su día se prometieron.

Lo que esas campañas publicitarias no citan a los jóvenes son las consecuencias morales, religiosas ni médicas de quienes las toman o de quienes las ofrecen, pues además de que sus componentes químicos son excesivamente fuertes, las relaciones sexuales promiscuas conllevan un aumento muy considerable de las otras enfermedades sexuales relacionadas, como son el sida y las enfermedades venéreas.

Nadie sabe cual será el siguiente paso comercial y técnico de la industria del sexo, que siempre está apoyada y financiada por los gobiernos. El objetivo puede ser destruir a una gran parte de la juventud haciéndole ver que pueden hacer lo que quieran y que el papá gobierno o las empresas mediante precio, ya se encargarán de intentar solucionarles los problemas en los que se metan. Pero nadie va a solucionarles las secuelas que quedan para toda la vida después de los embarazos no deseados, los abortos, las enfermedades sexuales o las responsabilidades económicas, sociales y religiosas libremente asumidas.

El siguiente paso es posible que sea el rebajar todavía más la edad de los 17 años para que los jóvenes puedan hacer lo que quieran y cuando quieran sin tenerlo ni siquiera que consultar con sus padres y sin que la autoridad legal les ponga reglas. De la misma forma que en la mayoría de los países la edad para el consentimiento de las actividades sexuales comienza a los 14 años y en algunos a los 13 años, posiblemente los legisladores con esta autorización de la píldora del día después han roto la barrera de los 18 años de la mayoría de edad para muchas cosas, y así podrán más fácilmente editar nuevas leyes que permitan comprar y utilizar la píldora del día siguiente a los jóvenes menores de 17 años. Después es mucho más fácil ir disminuyendo esa edad, hasta llegar a la edad del consentimiento.


Nadie habla a las jóvenes que esas píldoras les van provocar unos peligrosos efectos secundarios en su ciclo hormonal. Solamente les cuentan lo de practicar el sexo cuando quieran sin el temor a quedarse embarazadas, pero sin decirles que juegan a la ruleta rusa con el cálculo de probabilidades del embarazo.


Poco a poco se van introduciendo leyes que parecen que benefician a los derechos de las personas, pero lo que hacen es encadenar cada vez más a determinados segmentos de la población para que queden a merced de los poderes políticos y económicos. Muy pocas clínicas comunitarias u organizaciones femeninas que dan las píldoras del día después hablan a los jóvenes de las obligaciones que tienen con sus semejantes y las de mantener las leyes morales. Siempre les hablan de sus derechos, sin añadir que a cada derecho corresponde una obligación. Ahí es donde los padres tienen que poner énfasis en ser muy claros, para eso tienen que formarse bien y consultar con sus sacerdotes, pastores, rabinos o imanes. Ellos están muy bien preparados para resolver todas las preguntas que conlleva el hecho de haber puesto en las farmacias al alcance de los menores de edad la píldora del día después.

El problema más grande no es el que esos jóvenes puedan comprar o recibir gratuitamente esta píldora abortiva, con o sin la aprobación de los padres, pues cuando un joven está decidido a utilizarla, es casi seguro que no les pediría una previa autorización a los padres. Sencillamente es porque esos jóvenes no están bien educados en las virtudes y valores humanos y piensa que puede hacer con su cuerpo lo que le de la gana, como continuamente se lo dicen los medios de comunicación y los malos ejemplos de la sociedad.

La juventud cada vez estará más polarizada entre ganadores y perdedores, entre los que estén bien formados moralmente, sepan dominar sus instintos y conozcan perfectamente las consecuencias de sus actos, y los que estén mal formados moralmente y decidan hacer lo que les parece conveniente, incluso sin medir las consecuencias. También en este aspecto habrá una sociedad de perdedores y otra de ganadores a los que se les ve su trayectoria desde los primeros años de sus vidas. Luego no vale echar la culpa al fatalismo ni a la pobreza, es un problema de falta de formación e información por parte de los padres y de los educadores.

Uno de los grandes problemas de los adolescentes, cuya nombre quiere decir “que adolecen”, es su cobardía para luchar contra la corriente de la sociedad permisiva. Solamente a través de la práctica continua de las virtudes y valores humanos podrán mantener la virtud de la abstinencia sexual hasta la época de entregar su cuerpo a la persona amada a través del matrimonio.

Los adolescentes son las victimas de la cobardía de los profesores porque no quieren meterse en líos con los alumnos, padres y administradores. Cobardía de los medios de comunicación porque ofrecen modelos de conducta aberrantes como ejemplos a seguir. Cobardía de los oficiales electos porque legislan en contra de la ley natural solamente para complacer a sus electores. Cobardía de los padres porque no quieren o no saben educar a sus hijos, incluso por no enfrentarse a ellos, a pesar de la autoridad irrenunciable que tienen.

Principalmente los padres no pueden ser cobardes ante esta píldora del día después, tienen que ser muy valientes. No vale decir yo no sabía, a mi no me han dicho, etc. Tienen que enterarse de lo que supone para la juventud esta píldora del día después y los peligros que le va a originar a sus hijos. Después ya no sirven para nada las lamentaciones. Los padres se creen muchas cosas porque les conviene creérselas para no sentirse mal ante la irrenunciable obligación de educar bien a sus hijos.

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