lunes, 28 de junio de 2010

" La voz que clama en el desierto" Dr. Clímaco Arrieta


Juan El Bautista dijo" Yo soy la voz que clama en el desierto" pero saben uds. lo difícil que es proclamar o anunciar en un desierto? solo, sin agua, en una tierra estéril, con mucho polvo e inclemente sol y además sin alimento y con poca vestidura, nadie te escucha, sin el eco de tu voz; pensarían que eres un trastornado mental; sin embargo el, lo hizo como mensajero como antecesor para anunciar al que había de venir. Las enseñanzas de Juan El Bautista siguen vigentes; tu podrías ser si quisieras, una voz que clama en el desierto; donde?, en el desierto de tu vida, sin sentido alejada de Dios, pues aquí se obraría una auto conversión, una metan oía un cambio de rumbo; en el desierto de un hogar sin orden divino, no cristiano sin Jesús, sin camino; en un trabajo donde el mundo domine ( materialismo, poder, status, consumismo, ídolos, falsas creencias, atropello, irrespeto, acosos) en un entorno , apegado a lo material, donde reine la violencia, sin valores humanos, vida desordenada, concupiscencia; en un mundo de ateismo, de sectas, guerras, terrorismo, muerte con carencias en el corazón, imposibilidades del alma, incredulidad , el flagelo del hambre, enfermedades, injusticias, calamidades , tragedias humanas, secuestros, desprecio por la vida, explotación de las personas , falta de paz y reconciliación, soledad y rechazo, el dolor físico y el moral y libertinaje. No tengan miedo de anunciar a Jesucristo, en el lugar, espacio o circunstancia que les toque vivir; Jesús es el camino , la verdad y la vida; quien cree en el no morirá jamás; búsquenlo con insistencia, prediquen el arrepentimiento de corazón, el perdón de los pecados y la vida eterna

viernes, 25 de junio de 2010

Examen de conciencia sacerdotal.-Año Jubilar.-Dr. Clímaco Arrieta


El sacerdote, “oveja” y “pastor” del rebaño de Cristo
En su homilía de inicio de pontificado, Benedicto XVI hizo una breve explicación catequética sobre el “palio”, confeccionado con lana de oveja, con el que se reviste el arzobispo: “El palio indica primeramente que Cristo nos lleva a todos nosotros. Pero, al mismo tiempo, nos invita a llevarnos unos a otros”. Asimismo, el Papa recordaba también que Aquél que nos pide a nosotros, sacerdotes, colaboración en su tarea de pastoreo, es el mismo que comparte de forma misteriosa nuestra propia condición: “El pastor de todos los hombres, el Dios vivo, se ha hecho Él mismo cordero, se ha puesto de la parte de los corderos, de los que son pisoteados y sacrificados”.Esta doble condición de ser pastores y ovejas del rebaño de Cristo, que tenemos los sacerdotes, es el punto de partida de este breve “examen de conciencia sacerdotal”, que proponemos en el contexto del Año Jubilar Sacerdotal.Es de suponer que este examen de conciencia para sacerdotes, llegue también a las manos de muchos laicos, consagrados o religiosos… Obviamente, no existe ninguna contraindicación para que puedan servirse de él. ¡No hay secretos entre las distintas vocaciones de vida cristiana! Todos buscamos la santidad; y de la misma manera que para nosotros, los sacerdotes, es muy estimulante ver el esfuerzo que muchos seglares realizan por ser fieles en su vocación, también lo será para los laicos ver que los sacerdotes hacemos lo propio, máxime en este Año Jubilar Sacerdotal. ¡Alguien dijo que el deseo de santidad es contagioso!

Las tentaciones del sacerdote, en cuanto “oveja” del rebaño de Cristo
+ Falsa seguridad: Uno de nuestros peligros principales puede ser el olvido de que somos tentados como cualquier otro ser humano… Nuestra condición sacerdotal no nos preserva de la tentación del materialismo, del placer; ni tampoco de la búsqueda del poder y del
prestigio… “¡El que se crea seguro, tenga cuidado en no caer!” (1 Co 10, 12).
+ Autodidactas: Los sacerdotes tenemos una cierta tendencia a “autodirigirnos” y a “autoevaluarnos” en la vida espiritual, como si fuésemos maestros de nosotros mismos… ¡Y eso no funciona! Dios nos da el “don de consejo” para ejercer como pastores con los que nos han sido encomendados, pero no para con nosotros mismos. Nosotros hemos de ser “pastoreados” por otros hermanos sacerdotes. Cometeríamos un grave error si pensáramos que el director espiritual fue una figura necesaria solamente en el tiempo de formación en el Seminario.
+ “En casa de herrero, cuchillo de palo”: Ciertamente, los sacerdotes podemos dar por supuesta, equivocadamente, la madurez de nuestra vida espiritual, sintiéndonos dispensados de determinados actos de piedad… Sin embargo, nosotros somos los primeros que necesitamos los medios sobrenaturales para el cultivo de nuestra vida de fe.
+ Rutina: Es el riesgo que tenemos de acostumbrarnos a lo sagrado, de no conmovernos ante la presencia real de Dios en la Eucaristía… El hecho de ser “administradores” de los tesoros de Dios, nos permite estar especialmente cerca del Misterio, pero también nos puede inducir a la rutina y al acostumbramiento.
+ Falta de esperanza en nuestra propia santidad: Los sacerdotes podemos asumir el rol de ser “altavoces de Dios”, dejando paradójicamente en segundo plano la llamada a la santidad que Dios nos dirige a nosotros mismos. No es infrecuente que nos resulte más fácil confiar en la “historia de salvación” de Dios para con la “humanidad”, que en el plan personal de santificación que tiene con nosotros. La recepción frecuente y esperanzada del sacramento de la penitencia, es el mejor signo de que los sacerdotes mantenemos vivo el deseo de recuperar el “amor primero”.

Las tentaciones del sacerdote, en cuanto “pastor” del rebaño de Cristo
+ Falta de autoestima: El avance de la incredulidad en nuestra sociedad, puede conducirnos a la tentación de hacer una lectura pesimista de nuestro ministerio sacerdotal… Como les ocurre al resto de los mortales, también nosotros tenemos el riesgo de valorarnos más por el “tener” que por el “ser”; es decir, hacer depender nuestra autoestima del grado de éxito cosechado en nuestros proyectos, y no tanto del valor del tesoro que llevamos entre manos…
+ Desconfianza hacia la Providencia de Dios: En medio de nuestro empeño pastoral, no podemos olvidar cuáles son el Alfa y la Omega de la Historia de la Salvación: Sólo Cristo es el Redentor del mundo, y nosotros somos meros instrumentos. ¡Sus planes de salvación para la humanidad, no se verán frustrados! La Iglesia tiene la promesa de indefectibilidad recibida del mismo Cristo. ¡La victoria de Cristo sobre el mal será plena y esplendorosa!... Es frecuente que nosotros suframos porque las cosas no vayan como nosotros pensamos que debieran ir… Pero, como aquellos apóstoles que estaban angustiados al ver cómo Jesús dormía en aquella barca zarandeada por la tempestad, quizás también nosotros necesitemos la reprensión que Jesús dirigió a los suyos: “Hombres de poca fe, ¿por qué habéis dudado?” (Mc 4, 40; Mt 14, 31).
+ Necesidad de purificar nuestros criterios: Una cosa son las sensibilidades enriquecedoras, y otra muy distinta las “ideologías”, que siempre deben ser purificadas… Baste recordar aquella reprensión de Jesús a Pedro: “Tú piensas como los hombres, no como Dios” (Mc 8, 33). En la Sagrada Escritura y en el Magisterio de la Iglesia encontramos la fuente para conformar nuestros criterios con la luz de la Revelación…
+ Falta de oración “apostólica”: Es posible que podamos pasarnos la vida diciéndonos a nosotros mismos que, como sacerdotes que somos, hemos de orar más y mejor… Y la pregunta es: ¿Será cuestión de tiempo? ¿de fuerza de voluntad? ¿o de amor de Dios? Lo indudable es que el Pueblo de Dios no solo requiere de nosotros que seamos “maestros”, sino también “testigos” del mensaje que anunciamos…
+ Vanidad: Podemos realizar muchas obras “materialmente” buenas, en servicio de Dios y de los fieles; pero que, sin embargo, pueden encubrir una cierta búsqueda “subjetiva” de nosotros mismos… Existe el riesgo de interferencias de nuestro amor propio, incluso en el marco de un cumplimiento íntegro del ministerio sacerdotal.
+ Miedos que nos paralizan: En ocasiones, el miedo al fracaso nos lleva a no arriesgar en nuestras actuaciones, a no dar lo mejor de nosotros mismos. Igualmente, el temor a ser etiquetados o mal comprendidos, también puede disminuir nuestro celo apostólico y nuestra acción en bien de las almas (En el fondo, estamos ante otra manifestación de la vanidad).
+ Falta de método: Nuestra labor sacerdotal, aún siendo muy sacrificada, puede perder eficacia por causa de una forma desordenada de trabajar. A veces podemos abusar de la improvisación, o de no rematar las cosas. Hemos de ver también si compartimos nuestras iniciativas, si delegamos responsabilidades...
+ Falta de cuidado personal: La vida sacerdotal puede conllevar una cierta soledad, de la cual se desprenden determinados riesgos: comer mal, descansar poco, descuido del aseo personal, del vestir, de la salud, hábitos desordenados de vida, dejar que se enrarezca nuestro carácter... Un cierto nivel de autodisciplina es necesario. Pero, sobre todo, lo más importante es que nuestro descanso interior y exterior lo vivamos “en Cristo”, y no al margen de Él.
+ Impaciencia: Podemos confundir la necesidad de “rigor” con la “impaciencia”, olvidando las palabras del profeta: “la caña cascada no la quebrarás, la mecha humeante no la apagarás” (Is 42, 3). La radicalidad evangélica no justifica nuestra dureza con los que nos han sido confiados… Por el contrario, en nuestra vida de servicio sacerdotal, es importante el sentido del humor, el cariño y la alegría…es decir, la misericordia.
+ Los predilectos de Cristo y los nuestros: La acción apostólica de Cristo se dirige a todos, sin excepción. Al mismo tiempo, sus predilectos fueron los excluidos, los pobres, los enfermos… Nuestro examen de conciencia nos cuestiona sobre si los pobres y necesitados ocupan el centro de nuestro ministerio sacerdotal: personas en soledad, quienes padecen desequilibrios psíquicos, otros enfermos y ancianos, parados, inmigrantes, transeúntes, maltratados…. sin olvidar la mayor de las pobrezas, compartida por todos nosotros: el pecado. ¡La administración abnegada del perdón de Cristo, es el máximo signo de la “caridad pastoral”!

Llenos de esperanza en este Año Jubilar
Un examen de conciencia no es una mera introspección, sino que consiste en abrirnos a la gracia de ver nuestra vida desde los ojos de Dios. Nuestro Patrono, el Santo Cura de Ars, decía: “No es el pecador el que vuelve a Dios para pedirle perdón, sino Dios mismo quien va tras el pecador y lo hace volver a Él”; “Este buen Salvador está tan lleno de amor que nos busca por todas partes”.
Tenemos sobradas razones para vivir nuestro “examen de conciencia sacerdotal” llenos de confianza y abiertos a la esperanza de la santidad. No en vano, el Papa convocó el Año Jubilar Sacerdotal con el objetivo de “promover el compromiso de renovación interior de todos los sacerdotes, para que su testimonio evangélico en el mundo de hoy sea más intenso e incisivo” y de “favorecer la tensión de los sacerdotes hacia la perfección espiritual, de la cual depende sobre todo la eficacia de su ministerio”.
He aquí las palabras con las que su Santidad Benedicto XVI concluía su Carta para la Convocación de este Año Jubilar Sacerdotal: «A pesar del mal que hay en el mundo, conservan siempre su actualidad las palabras de Cristo a sus discípulos en el Cenáculo: “En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33). La fe en el Maestro divino nos da la fuerza para mirar con confianza el futuro. Queridos sacerdotes, Cristo cuenta con vosotros. A ejemplo del Santo Cura de Ars, dejaos conquistar por Él y seréis también vosotros, en el mundo de hoy, mensajeros de esperanza, reconciliación y paz
José Ignacio Inmunilla Obispo de San Sebastián


Cuando reina Cristo en un hogar? Orden Divino 2da parte.-Dr. Clímaco Arrieta

Una vez establecido el orden por Dios, debemos cuidar de cumplir correctamente con nuestra responsabilidad como padres. Por lo tanto, en virtud de que el esposo sale a trabajar y la esposa pasa más tiempo con sus hijos, debe ejercer la autoridad sobre ellos en representación de su esposo y en lugar de él. Además ambos padres han de buscar el consejo de la Biblia para criar a sus hijos en la disciplina y amonestación del Señor. Criar una familia bajo los principios bíblicos no es una labor sencilla, necesitamos la ayuda constante de nuestro Dios, para apegarnos a Su Palabra y confiar en que lo que enseñamos con nuestro ejemplo y con las palabras producirá fruto en el corazón de nuestros hijos. Así que si usted amigo lector cristiano, desea poner fundamentos firmes en su familia, busque a Dios, en su Palabra encontrará el consejo necesario para lograr este propósito. Obedezca su Palabra, no se deje envolver por el consejo del mundo que con frecuencia le dirá la “mejor manera de criar hijos felices”, Dios nos creó y sabe cómo funcionamos mejor “Éxito en el matrimonio es más que hallar a la persona adecuada. Es llegar a ser la persona adecuada” Responsabilidades de los Padres Podemos resumir el mandato de los Apóstoles a los padres en tres palabras: amor, disciplina, y enseñanza. Este bosquejo de responsabilidades fraternales sigue el patrón que Dios usa cuando trata con sus hijos. Una de las necesidades mis urgentes el día de hoy en los hogares Cristianos es que los padres (especialmente el Papá) reconozcan la responsabilidad y autoridad que Dios les ha dado para relacionarse con sus hijos. Dios, en Su Palabra, manda a los hijos a obedecer a sus padres. También instruye a los padres a ensañar y dar el liderato y la guía apropiada a los hijos. Cuando el Señor nos da una responsabilidad, también nos da la autoridad para llevarla a cabo. E1 padre que está bajo el Orden Divino, tiene una autoridad dada por Dios y acne que ejercitarla para salvar y dar el bienestar a su familia.¿Qué sucede cuando un padre toma una decisión equivoca o da instrucciones erradas a sus hijos? Cuando esto sucede (y es reconocido por los padres) debe ser confesado y corregido. Nunca debemos vacilar en confesar un error y genuinamente pedir pendón a nuestros hijos. Esto no minará nuestra autoridad sobre ellos, sino que la engrandecerá. Nuestra autoridad no proviene de nosotros mismos, o de una vida ejemplar como padres, ni tampoco proviene de la aceptación que nuestros hijos den a nuestra autoridad. Proviene de donde proviene toda autoridad divina, de aquel que respalda y establece nuestra autoridad. Toda la autoridad de los padres depende de Dios quien los ha puesto como autoridades sobre los hijos. Dios honra el arrepentimiento cuando es genuino, tanto en el padre como en el hijo. Si sientes que perderás tu autoridad o reputación ante tus hijos cuando confieses tus faltas esto es una mentira del diablo. A1 contrario, tu autoridad será confirmada y fortalecida cuando tengas el valor de ser honesto y demandes de d mismo lo que estás pidiendo de tus hijos. PROCLAMAR Podemos resumir la dirección Bíblica a los padres con estas tres palabras: proclama, ora y protege. Hay varias responsabilidades que el padre Cristiano debe asumir para lograr seguir con sus propios hijos el patrón que Dios usa para con nosotros. Ninguna enseñanza es más explicita en la Biblia, que aquella que enseña que el padre debe (por precepto y ejemplo) enseñar a sus hijos la amonestación y el amor de Dios. A los padres Judíos en el Antiguo Testamento se les mandó específicamente a ser diligentes en esto. Deuteronomio 6:6-7 “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablaras de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes.” Desesperadamente necesitamos enseñar la palabra de Dios en cada hogar para fortalecer y recalcar las enseñanzas y las predicaciones del pastor. ¡Qué gran impacto hace en la vida de los hijos cuando ven la fidelidad de sus padres ayudando al pastor mientras proclama la Palabra de Dios! ORACIÓN Las oraciones de los padres tienen un poder especial en los atrios del cielo. Tenemos que orar e interceder por la supervivencia espiritual de nuestros hijos. Los padres no deben descuidar su responsabilidad en esto. Satanás teme a aquellos padres que oran e interceden por sus hijos porque no le queda más que pararse impotente ante el ataque espiritual de la oración. PROTEGER Los principados y potestades espirituales vuelan alrededor tratando de destruir los hogares. Pablo enfáticamente dijo que no tenemos lucha contra carne y sangre sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadoras de las tinieblas de este siglo, (Efesios 6:12). Satanás es, "...el dios de este siglo..." (2 Corintios 4:4), y sus demonios moran y habitan en la atmósfera terrenal. Bajo tales condiciones la integridad de1 hogar debe ser protegida y preservada. Es la responsabilidad de los padres asegurase que la deshonra no entre a sus hogares. Deuteronomio 11:21 iguala al hogar ordenado por Dios como "los días de los cielos sobre la tierra." (Esta es la única vez que esta frase es usada en la Escritura). Deuteronomio 7:26 y no traerás cosa abominable a tu casa, para que no seas anatema; del todo la aborrecerás y la abominarás, porque es anatema. Grandes males han llegado sobre los hogares, simple y sencillamente porque muchos individuos han perdido la protección del orden divino. El esposo debe estar bajo la autoridad de Cristo, la esposa bajo la autoridad de su marido, y los hijos bajo la autoridad de sus padres. Satanás conoce el poder del orden divino es por esto que usa todo ataque para debilitar y romper el orden de la familia cristiana. ¡Pero tú si puedes establecer a tu familia bajo el orden divino de Dios y experimentar la bendición el y la unción de Dios diariamente en tu hogar! Responsabilidades de los HIJOS La relación de los hijos con el Señor esta directamente vinculada con la obediencia que ellos dan a sus padres. El Señor vive y obra a través de la vida de un hijo obediente. Un hijo que sabe hasta donde puede llegar es librado de una gran carga y responsabilidad y entonces disfruta de una vida feliz. Quizás los hijos prueban la autoridad de sus padres para ver hasta donde llegan sus límites. Puede que él se sienta infeliz cuando surge alguna situación en particular donde su propia voluntad esta en desacuerdo con la de sus padres. Pero en lo mas profundo de su ser él necesita saber que la autoridad de sus padres permanecerá firme y que el puede depender de ello. Un muchacho lleno del Espíritu Santo a veces peleará contra la autoridad y aun llega a rebelarse en contra de ella, sin embargo se revelara mucho más -hasta de una manera encubierta- cuando existe una falta de autoridad fraternal. Cuando tal hijo constantemente desobedece a sus padres, experimenta una profunda tristeza en su espíritu, porque su relación con el Señor ha sido contristada y dañada. Nota en Efesios 6:1, "Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo." NINGUN pecado en la Escritura es tan condenable como el de la desobediencia y la rebeldía, y ninguna virtud es más bendecida que la obediencia y la lealtad. Reflexión final La mujer es la obra maravillosa de Dios, ya que en su seno se gesta una vida y según el orden divino es la cabeza de los hijos; cuando esta, irrespeta dicho orden entran en el hogar las contrariedades , egoísmos, violencia y perdida de valores humanos. Al abandonar el hogar para competir con el hombre, o en nombre del feminismo deja al cuidado de sus hijos a otras personas o solos; quien les dará ternura, quien les hablara de la compasión, comprensión, del perdón, del servicio, quien velara por su desarrollo psico –motriz Algunas dirán, no necesito estar con ellos todo el día, (porque les doy en poco tiempo amor con calidad), (excepción de las madres abandonadas por sus esposos o viudas las cuales necesitan trabajar cuando los niños son pequeños o adolescentes, siendo padre y madre a la vez). Aquí la tarea será mayor. El hombre junto a la mujer es co-creador, y debe velar por su protección, vivienda , vestido, educación pero además, que sus hijos sean bautizados en la Única, Santa, Católica y Apostólica iglesia de Cristo; llevarlos a la comunión, confirmación, transmitiéndoles la Fe Católica, llevándolos a la iglesia todos los domingos, enseñándoles a rezar de corazón, hablarles de la Eucaristía, de lo sagrado del templo, del caminar con Jesús, de su testimonio de vida. Pues bien las raíces de todos los males que nos agobian y destruyen la humanidad (asesinatos, abortos, eutanasia, suicidios, secuestros, promiscuidad, adulterio, tortura, trata de blancas, pornografía, desviaciones sexuales, concupiscencia, vienen de allí, del no cumplir con nuestras verdaderas obligaciones en cada hogar de familia. La tierra gime de dolor y tiembla, el cielo se oscurece, las aguas se salen de su cauce como consecuencia de una humanidad que cada día se aleja mas de Dios para seguir el camino del mundo.

viernes, 18 de junio de 2010

Cuándo reina Cristo en un hogar? 1era. Parte.-El Orden Divino


Hay cuatro principios en el reino de Dios para la familia. Si tú quieres que el Reino venga a tu hogar y éste sea transformado, Si tú quieres pertenecer a la iglesia que Dios está restaurando, tienes que abrir tu corazón y recibir estos principios, dejando que se arraiguen muy hondamente en tu vida. ¿Sabes porqué el cielo es cielo? No porque haya calles de oro, o puertas de perlas; el cielo es el cielo porque en él reina Jesucristo, y todos los que están allí hacen su voluntad. Y cuando Cristo reine a través de estos cuatro principios en tú hogar, éste será un pequeño cielo aquí en la tierra.Aunque el piso no sea de oro ni tengas alfombra de Persia, aunque solo tengas un piso de tierra y paredes de cartón, tu ranchito te parecerá un palacio si Cristo es el Rey allí. ¿Qué significa que el reino de Dios entre en el hogar? Pues mira, en tu hogar hay un trono, un lugar de preeminencia, y en ese trono debe estar sentado Jesucristo. Cada uno de los miembros del hogar debe responder a las órdenes del que está sentado en el trono. Cuando se establéese esta relación con Cristo, se puede afirmar que el reino de Dios ha llegado a ese hogar. Un hogar está formado, básicamente, por una doble relación. La primera es la relación marido-mujer, y la segunda, Padres-hijos. Esta es la estructura familiar básica. El resto de la familia -Abuelos, cuñados, sobrinos- que conviven bajo el mismo techo, debe sumarse a esta estructura principal que Dios a constituido como base. La Biblia nunca da instrucciones a los abuelos o tíos; habla a los esposos, a las esposas, a los padres, a los hijos; porque esta es la estructura que sustenta la familia. Y los principios de Dios para cada una de estas cuatro partes son esenciales para el desenvolvimiento del núcleo familiar. Para las casadasEl primer principio está dirigido a las casadas. ¿Qué le dice el Rey a ellas? Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor (Efes. 5:22). Esta es la orden del Señor para las casadas, el principio del reino de Dios para ellas. ¿Por qué Pablo, cuando habla del hogar, tanto en Efesios como en Colosenses, siempre empieza por las casadas? Es porque la primera en subordinarse debe ser la que sigue inmediatamente después de la autoridad principal. Tomémoslos el ejemplo de un batallón del ejército. Dentro de él, tenemos soldados rasos, luego cabos, un teniente y un capitán. Los soldados deben obedecer al cabo, al teniente y al capitán., El cabo debe obedecer al teniente y al capitán, Y el teniente debe obedecer al capitán. Si el batallón va a tener orden, el primero en demostrar sujeción debe ser el teniente. Si él no lo hace, si cuando el capitán le ordena algo él dice: “No tengo ganas de hacerlo”, tampoco sus subordinados le van a obedecer cuando él les dé una orden. Moralmente, ellos quedan libres para desacatarse. La autoridad, entonces, se resquebraja y en el cuartel comienza a reinar la anarquía. Así ocurre también en el hogar. Si la mujer no se sujeta a su marido, lo0s hijos se sienten libres para desobedecer a los padres; la autoridad ya no existe y reina la rebelión. La mujer debe obedecer a su marido e imponer con su conducta una imagen de respecto y de sujeción reafirmando el principio de autoridad. Ella debe sujetarse a su marido para que Cristo reine en su hogar.Si el marido es un hombre impulsivo, iracundo, y la mujer no se sujeta, va a haber problemas todos los días: Discusiones, grito, malentendidos, ofensas y contiendas. Si el marido es demasiado “Bueno” y “no le molesta que se haga lo que ella dice” para que no halla gritos ni peleas, tampoco así va a reinar Cristo en ese hogar, porque no se estará respetando es orden divino para al familia. Para los maridosEl segundo principio está dirigido a los maridos. Cuando hay que poner disciplina en el hogar, empezamos por los hijos… ¡Un momento! Si la casada no respeta a su marido, no espere que los hijos respeten y obedezcan a su padre. Si el marido no trata a su esposa como corresponde, no esperen que los hijos se traten correctamente. Dios comienza por ordenar el matrimonio. ¿Cuál es el mandamiento del Rey para los maridos? Maridos, amad a vuestras esposas, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella (Efes. 5:25). Vosotros, maridos, igualmente vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo (1 Pedro 3:7) El principio del Rey para el marido es: Amar a su esposa y tratarla como a un vaso frágil, dándole un honor especial. Debe asistirla con ternura, con delicadeza. Si el marido no ama a su esposa y no la trata como un baso frágil, Cristo no puede reinar en ese hogar. Para los que conocemos las Escrituras estos textos no son ninguna novedad. ¡Los sabemos de memoria! Pero nuestro mayor problema es que lo hemos aprendido al revés. Los maridos saben de memoria el texto que corresponde a las esposas y las mujeres saben de memoria el texto que corresponde a los maridos. Entonces cada vez que ocurre una discusión o una pelea, el marido le dice a la mujer: --La Biblia dice: “Casadas, estad sujetas a vuestros maridos”.Y la mujer responde: “Maridos. Amad a vuestras mujeres… y tratadlas como a un vaso frágil.” ¡Y tú me estás tratando como a un trapo de piso! La Biblia dice a cada uno cuál es su responsabilidad. “Qué la esposa se sujete… que el marido ame a su mujer…” Si la mujer no se sujeta al marido, Cristo no reina allí. Pero, si el marido quiere sujetar a su mujer por la fuerza, tampoco Cristo está en eso. La Biblia no dice: Maridos, sujetad a vuestras mujeres. Expresiones como estas: “Me vas a obedecer… Acá mando yo…”, etc., evidencia que Cristo no reina en ese hogar. El Señor dice al marido lo que el marido debe hacer. Marido, éste es el mensaje para ti: Ama a tu mujer y trataba como a un vaso frágil, con cariño, con ternura, en todo momento. “Yo la voy a tratar bien, siempre que ella me obedezca…” Tu comportamiento no debe ser una respuesta a la conducta de tu mujer, sino una respuesta al Rey y Señor de tu vida. ¿Quién manda en tu vida? Si Cristo es tu Señor, debes comportarte como El manda. La mujer tampoco tiene derecho a decir: “Yo le voy a obedecer y me voy a sujetar, si él me trata como corresponde.” De ninguna manera. Pedro dice lo mismo aun a las esposas de los incrédulos. Aunque tu marido sea incrédulo, igual es tu marido y, por lo tanto, tu cabeza. Aunque él no te trate como corresponde, igual tienes que sujetarte, y mostrar que Dios reina en tu vida y a través de tu vida en tu hogar. La respuesta de cada uno no debe estar condicionada al comportamiento del otro. La actitud del marido debería ser: “Así ella me obedezca o no, siendo mi esposa la voy a amar y a tratar como Cristo enseña.” A su vez, la mujer tendría que decir: “Así él me ame o no, me trate bien o mal, siendo mi marido, me voy a sujetar a él y le voy a obedecer.” Las discusiones en un hogar se terminan cuando cada uno asume su responsabilidad frente al Señor. Por lo tanto, maridos, ¡Devuelve el texto a tu esposa! Nunca más pongas en tu boca el mandamiento de Dios a las casadas. Y a ti, esposa, ¡Devuelve el texto a tu marido! Nunca más repitas el mandamiento de Dios a los maridos. Cada vez que halla conflicto en la casa, pregúntate: ¿cuál es el mandamiento de Dios para mí? ¿Cuál es la parte que a mí me toca hacer? ¿Cuál es mi orden? (A fuerza de repetir la del otro, ni recordamos la nuestra). Aprende de memoria tu mandamiento. Apréndelo, y repítelo cada vez que surja una dificultad. ¡Se van a acabar los problemas cuando cada uno haga su parte delante del Rey! Aunque no te guste, es una orden: Casadas, sujetaos… Maridos, amad…Ten en cuenta que no dice: “Casadas, sería muy bueno que obedecieran.” No, Es una orden. ¡Y Cristo es el que da! ¿Te das cuenta cómo se solucionarían muchos problemas que hoy tenemos en casa si en ella se respetasen los principios del reino de Dios?

jueves, 17 de junio de 2010

Clave para distinguir el bien del mal


Para comprender la línea de demarcación entre el bien y el mal hay que "escuchar la voz del creador" " Un mundo donde Dios no existe se convierte en todo caso en un mundo de la arbitrariedad y el egoísmo" solo, si aparece Dios hay esperanza. Al final , solo decide el sujeto, con su sentimiento y experiencias, convirtiéndose en una realidad aislada, donde cambian día a día los parámetros morales. En la tradición cristiana conciencia quiere decir conciencia es decir nuestro ser esta abierto, puede escuchar la voz de Dios." Por tanto, la voz de los grandes valores esta inscrita en nuestro ser y la grandeza del hombre consiste en el hecho propio de no estar encerrado en si mismo, en no quedar reducido a lo material, cuantificable, sino en estar abierto interiormente a lo esencial" "En la profundidad de nuestro ser podemos escuchar no solo las necesidades del momento, no solo la material, sino también escuchar la voz del mismo creador y de este modo se puede conocer que es el bien y que es el mal" PAPA.- Benedicto XVI

lunes, 14 de junio de 2010

La Soledad en el Matrimonio.-Climaco Arrieta.- Publicación

La historia personal con Dios es un “tú a tú”. Sin embargo, en el matrimonio se vive la experiencia privilegiada de comunión con alguien que también está llamado a relacionarse a solas con Dios. El recorrido de cada uno se convierte entonces en un solo camino, en el que se avanza ayudando al otro en su recorrido hacia Dios. En el matrimonio, se es con el otro y en el otro, pero construyéndose diferente del otro. “Hay un verso que es mío, sólo mío, como es mía, solo mía mi voz”. En el encuentro con la persona que más te construye se aprende también a respetar la historia con Dios. La soledad vivida en pareja es diferente de sentirse solo en la pareja. Al principio de la vida en común, se invierte tiempo y energía en construir un “nosotros”. Lo mal conlleva pocos espacios de soledad, pero construye una etapa necesaria. Es frecuente que sea un momento complicado para la relación porque cada uno puede tener diferentes necesidades de espacio compartido y de espacio personal, diferentes velocidades en el encuentro, diferentes necesidades de silencio... Es un momento de ajuste, en el que el diálogo, la comprensión, el respeto, la prudencia, el mucho amor, y la paciencia serán herramientas imprescindibles para construir una relación honda. Sí, además, se han estado muchos años casados sin hijos, uno se hace a su propio ritmo, y puede a veces resultar más difícil ajustar estas necesidades en las etapas de crianza e hijos pequeños. Cuando ya no existe el “nosotros”, se está mejor preparado para vivir en soledad porque cada uno se siente mas “yo”, con menos miedo a estar solo, incluso se necesita más el espacio propio. Es la paradoja del amor: “cuanto más soy yo mismo, tanto más unido al otro me siento”.Pero esta experiencia también puede variar según los tiempos y ritmos, la actividad, los períodos que se viven en la distancia, etc. Cuando el matrimonio pasa mucho tiempo separado por motivos laborales o otras razones, cada uno vive realidades distintas, y a veces volver a estar juntos puede dar miedo. La comunicación es fundamental en esas situaciones para no perder cada uno la comprensión de la interioridad del otro.En la sociedad actual, donde la mujer mantiene un ritmo laboral similar al varón, las madres pueden experimentar la culpabilidad del abandono, al dejar al marido y a los hijos “fuera de juego”... Pero estas ausencias también ayudan a todos los miembros de la familia a valorar la presencia de cada uno. A veces, la falta de comprensión en el matrimonio genera soledad. Son momentos duros, en los que uno tiene la impresión de aislamiento. En ocasiones, esto puede ser debido a que no dejamos participar al otro en nuestras debilidades, parecemos “superhombres” o “supermujeres” y creamos un espacio propio inaccesible. Otras veces, algunas necesidades personales (aficiones, ejercicios espirituales, retiros, amigos no comunes, etc.) provocan indirectamente la soledad de aquel sobre en el que recaen puntualmente las tareas del hogar En estos casos, lo importante es mantener la conciencia de “tarea compartida”, ya que todo ello es posible gracias a un proyecto común. Existe una vivencia de la soledad genuina del matrimonio que consiste en perseverar la intimidad de la pareja. Ni siquiera los hijos deben cruzar el umbral. Es uno de los mejores modos de enseñarles que en todas las relaciones hacen falta espacios propios, espacios comunes, espacios personales que hay que respetar. Siguiendo a Nouwen, podemos decir que en la vida familiar son importantes tres espacios diferentes de soledad: · Los momentos de soledad con uno mismo y con Dios, en una búsqueda de la soledad habitada. “El don de la soledad hace posible el don de la intimidad”. · Los momentos de soledad en pareja, imprescindibles para quererse, reunir fuerzas, vivir la intimidad, darse y ser amado. Si no respetamos estos espacios, la vida nos consume. Cuidarlos no es ser egoísta, sino prepararse mejor para acoger en su seno la realidad de los hijos. “Cuando vivimos juntos en soledad — respetando el Espíritu de amor de Dios — podemos entrar en una intimidad real entre nosotros”. · Los momentos de soledad de la familia nuclear: la soledad compartida entre padres e hijos es imprescindible para toda la familia. Los hijos sienten esos momentos de encuentro, intercambio y relación con sus padres como un acontecimiento. “La intimidad que nace de la soledad no solo crea un espacio en el que los cónyuges pueden danzar libremente, sino también un espacio para los demás, especialmente para los niños”. Esta soledad, ligada a la intimidad y generadora de vida, tiene en el silencio su mejor aliado. Pero no todos los silencios son iguales. En el matrimonio, el silencio toma diferentes formas: .El silencio necesario para crecer, que trasmite respeto, cuando los cónyuges están juntos en el silencio, rezando juntos, en Presencia: la persona se enriquece y crece interiormente. .El silencio necesario para no decir lo que uno sabe que no quiere o no desee decir: detrás de este silencio hay respeto y paciencia. No se puede decir en todo momento que uno piensa. En ocasiones es necesario callar, aguardar el momento oportuno, aunque duela. .El silencio de la ternura. El amor no necesita palabras. Aunque estén los hijos u otras personas alrededor, es posible mantener esas miradas calladas de complicidad, o esos sencillos gestos que mantienen vivo el amor. En el matrimonio se realiza ese fin del hombre de no estar solo. Hablando o, en silencio, es posible estar juntos sintiéndose uno en Dios. “Tú eres la primera presencia de Jesucristo para mí, de su amor personal, de su perdón, de su ternura.., y yo soy para ti. Juntos lo somos para nuestros hijos, para cuantos nos rodean, para el mundo”.

La Predicación de Juan Bautista.- Enseñanzas de su vida Dr.Climaco Arrieta.- de Internet

Juan Bautista es el Precursor, es decir, el enviado por Dios para prepararle el camino al Salvador. Por lo tanto, es el último profeta, con la misión de anunciar la llegada inmediata del Salvador. Juan iba vestido de pelo de camello, llevaba un cinturón de cuero y se alimentaba de langostas y miel silvestre. Venían hacia él los habitantes de Jerusalén y Judea y los de la región del Jordán. Juan bautizaba en el río Jordán y la gente se arrepentía de sus pecados. Predicaba que los hombres tenían que cambiar su modo de vivir para poder entrar en el Reino que ya estaba cercano. El primer mensaje que daba Juan Bautista era el de reconocer los pecados, pues, para lograr un cambio, hay que reconocer las fallas. El segundo mensaje era el de cambiar la manera de vivir, esto es, el de hacer un esfuerzo constante para vivir de acuerdo con la voluntad de Dios. Esto serviría de preparación para la venida del Salvador. En suma, predicó a los hombres el arrepentimiento de los pecados y la conversión de vida.Juan reconoció a Jesús al pedirle Él que lo bautizara en el Jordán. En ese momento se abrieron los cielos y se escuchó la voz del Padre que decía: "Éste es mi Hijo amado...". Juan dio testimonio de esto diciendo: "Éste es el Cordero de Dios...". Reconoció siempre la grandeza de Jesús, del que dijo no ser digno de desatarle las correas de sus sandalias, al proclamar que él debía disminuir y Jesús crecer porque el que viene de arriba está sobre todos. Fue testigo de la verdad hasta su muerte. Murió por amor a ella. Herodías, la mujer ilegítima de Herodes, pues era en realidad la mujer de su hermano, no quería a Juan el Bautista y deseaba matarlo, ya que Juan repetía a Herodes: "No te es lícito tenerla". La hija de Herodías, en el día de cumpleaños de Herodes, bailó y agradó tanto a su padre que éste juró darle lo que pidiese. Ella, aconsejada por su madre, le pidió la cabeza de Juan el Bautista. Herodes se entristeció, pero, por el juramento hecho, mandó que le cortaran la cabeza de Juan Bautista que estaba en la cárcel. ¿Qué nos enseña la vida de Juan Bautista? Nos enseña a cumplir con nuestra misión que adquirimos el día de nuestro bautismo: ser testigos de Cristo viviendo en la verdad de su palabra; transmitir esta verdad a quien no la tiene, por medio de nuestra palabra y ejemplo de vida; a ser piedras vivas de la Iglesia, así como era el Papa Juan Pablo II. Nos enseña a reconocer a Jesús como lo más importante y como la verdad que debemos seguir. Nosotros lo podemos recibir en la Eucaristía todos los días. Nos hace ver la importancia del arrepentimiento de los pecados y cómo debemos acudir con frecuencia al sacramento de la confesión. Podemos atender la llamada de Juan Bautista reconociendo nuestros pecados, cambiando de manera de vivir y recibiendo a Jesús en la Eucaristía. El examen de conciencia diario ayuda a la conversión, ya que con éste estamos revisando nuestro comportamiento ante Dios y ante los demás.